30/12/08

UN LUGAR PARA LEER


Para disfrutar de la lectura, es tan importante tener un buen libro entre las manos como un buen lugar donde leer.
Recuerdo, cuando era niño, un día que descubrí un magnífico naranjo y a sus pies una mullida alfombra de hierba; a partir de entonces muchos días cogía un libro de animales que tenía en mi casa (ZOO se titulaba) y me iba a leer solo debajo de ese naranjo. Desde entonces, cuando salgo a la montaña o a pasear, busco lugares en los que me gustaría sentarme a leer: una roca, un bosquecillo, un saliente que dé a un bonito paisaje. También, cuando entro en una casa, lo primero que miro es si hay alguna estantería con libros, y después busco cuál sería el mejor rincón para poner mi sillón y sentarme a leer.
Evidentemente no hace falta irse muy lejos para sentarse a leer tranquilamente. En la playa también se lee muy bien, como en el banco de un parque mientras los niños juegan con los columpios, en una cafetería o en cualquier lugar donde uno se encuentre a gusto.
Puesto a rememorar, recuerdo un jueves, hace ya la tira, que me senté en unos escalones que hay en la Plaza de la Virgen de Valencia, frente a la puerta de Los Apóstoles de la Catedral, esperando a que empezara la sesión del Tribunal de las Aguas; como aún era pronto, saqué un libro y me puse a leer. Cuando me di cuenta, casi había terminado la sesión de ese jueves por lo absorto que estaba en la lectura; y eso que el libro era: El Estatuto de los Trabajadores.

25/12/08

INMORTAL

Querido Corpi:
Sabes muy bien que aquí donde vivo no se celebra la Navidad, no se encienden luces de colores, no se come cordero ni gambas, ni siquiera se chupan las cabezas, con lo ricas en fósforo que son; tampoco se hacen regalos ni se cantan villancicos. Aquí, la Noche Buena es como las demás noches: una más. Pero este año pasó algo extraordinario. Verás:
Hacia las ocho de la noche, aparecieron cuatro individuos portando una caja al hombro; como no esperábamos a nadie, y aunque la noche era fría, estábamos unos cuantos paseando entre los cipreses, de tal suerte que casi nos ven, nos tuvimos que esconder corriendo cuando oímos gemir los goznes de las puertas de hierro. Estos individuos iban vestidos de negro, con una corbata blanca y zapatos también blancos. Llegaron, metieron la caja en su nicho, lo taparon con yeso y se fueron corriendo. Un lujoso coche con chófer los estaba esperando a la puerta.
Cuando partieron, nos acercamos a saludar y dar la bienvenida al nuevo vecino, pero cuando iba a llamar a la puerta, escuché unos gritos dentro de la casa:
-¡Esto es un error! ¡Yo no debería estar aquí!
Nos quedamos todos con la sangre aún más helada.
-¡Malditos estúpidos, pero ¿no lo comprenden?, yo no puedo estar aquí! ¡Me necesitan, el mundo me necesita!
Al sonido de los gritos, se había ido congregado más gente alrededor del nuevo vecino.
-¡Yo soy inmortal, llevo dos mil años sobre la tierra y no se me puede apartar de este modo, todavía tengo mucho que decir!
La gente cuchicheaba entre ella preguntándose quién cojones sería este individuo.
Por fin me decidí a llamar, y se asomó por la puerta una cabeza con rasgos muy hermosos, de sexo indefinido, diría yo, con una larga cabellera rubia que reflejaba los débiles rayos de las estrellas y con unas perladas lágrimas que le resbalaban por la cara. Su semblante se llenó de sorpresa cuando vio a tanta gente expectante a su alrededor.
-Buenas noches –le dije-. Se bienvenido a tu nuevo hogar.
Nos miró con cara de estupefacción y se entristeció más.
-¡Asesinos, son unos asesinos! Miles de millones de personas me han asesinado, lo llevan haciendo desde hace años, poco a poco, siguiendo a ese gran criminal. Pero yo aún no he dicho la última palabra. ¡Yo soy inmortal y regresaré! –dijo levantando los brazos.
-¿Quién te ha asesinado?
-¿Quién? El Espíritu del Consumo.
-¿Y tú quién eres? –le inquirí.
-Yo soy el Espíritu de la Navidad.

18/12/08

ESPÍRITU NAVIDEÑO


Llega la Navidad y todos nos sentimos más buenos, nuestro corazón se abre como una flor y expulsa un perfume de bondad, solidaridad y amor que llega a todos los que nos rodean. Nos volvemos generosos y perdonamos todas las ofensas que nos han hecho durante el año, incluso perdonamos a los que no nos han hecho nada, pero que sabemos que tenían intención, los cabrones. Nuestro espíritu se eleva, y levitamos cuando vamos por las calles engalanadas de las ciudades y vemos los escaparates llenos de cosas que ya tenemos o que no nos hacen ninguna puta falta y que nos gritan: “entra, entra y compra, entra”. Y nosotros entramos, pero gracias a nuestro espíritu navideño, nos guardamos algo de dinero para dárselo al pobre de la esquina. ¡Qué buenos nos volvemos en Navidad!
Peeeero, teniendo en cuenta todo lo anterior, y además suponiendo que todos estamos contra cualquier tipo de violencia, me gustaría plantear hoy dos pequeñas encuestas que podrán votar en la derecha de esta entrada; a saber:
-¿Le hubiera gustado que de los dos zapatos que le tiraron a Bush el otro día en Bagdad, le hubiera dado al menos uno en toda la cabeza?
-¿Se alegra de que el estafador Madof haya estafado a la mayoría de los más ricos de España?
Y eso sí, que viva el espíritu navideño.

13/12/08

MI NUEVO AMOR

Llevo trece años felizmente casado, y como ahora diría Tópico, con altibajos o crisis, como en todos los matrimonios, que se han ido solucionando con paciencia y amor hasta el día de hoy. Pero ahora me ha pasado algo increíble: me he enamorado de otra mujer.
Se llama Luisa, aunque no estoy seguro de que ese sea su definitivo nombre. Ya hace bastante tiempo que la conocía, o eso creía yo, pero no ha sido hasta hace un par de meses cuando he sabido realmente cómo es, aunque a cada día que pasa y que estoy con ella, me sorprende un poco más. Es bastante mayor que yo, en realidad tiene cincuenta años, pero está de muy buen ver: morena, ojos negros, guapa; con unos pechos grandes y redondos, bastante caídos por la edad, pero con unos magnos pezones rosados aún señalando al frente; y un cuerpo que, cuando va cubierto por un vestido ceñido, atrae las miradas de los hombres como si fuera un potente imán. Sus piernas son fuertes, como su carácter, y son los perfectos obeliscos que sostienen su magnífico cuerpo.
Luisa es valiente, decidida, emprendedora, honrada, sincera, honesta, inteligente, trabajadora. En pocas palabras: es una mujer como Dios manda.
Como decía al principio me he enamorado locamente de ella, como si ahora tuviera dieciséis años. No puedo dormir pensando en ella. A todas horas la tengo presente: en el trabajo, en casa, mientras como, mientras voy con el coche, mientras me ducho, cuando veo la televisión y cuando escucho música; a todas horas está conmigo. De hecho vive en mi cerebro y en todo momento me llama para que le diga algo.
Luisa huele tan bien, y su voz es tan tranquila y suave que sin estar, la siento dentro de mí.
No se lo he dicho a nadie, ni siquiera a mi mujer, claro. Pero necesitaba decirlo, sacarlo, porque como esto permanezca mucho más tiempo dentro de mí, creo que voy a estallar. Por eso he pensado en contarlo aquí, donde muchos son buenos amigos, aunque no me conozcan personalmente, y que espero que me comprendan.
Soy muy feliz con Luisa, aún cuando sé que esta relación no tiene ningún futuro. Pero mientras esté dentro de mí, la disfrutaré al máximo.

5/12/08

MARAVILLAS DE LA NATURALEZA


El pasado lunes uno de diciembre, vi uno de los mayores espectáculos que la Naturaleza nos puede enseñar en el cielo. Venía con el coche y conducía mi compañero; como estaba anocheciendo, atrajo mi atención el gajo de luna creciente, de tan sólo cuatro días, que resplandecía en el cielo. Un poco separada de ella brillaba una estrella, pero yo sabía que no era tal, sino un planeta. Estos días yo sabía que Venus y Júpiter están muy cerca el uno del otro, entonces deduje, por la magnitud del brillo del planeta, que era Júpiter; pero entonces, me faltaba Venus. Durante casi todo el viaje lo estuve buscando, y era imposible que hubiera desaparecido. Como había algunas nubes pensé que se encontraba tapado por ellas, pero poco a poco despejaron y el planeta seguía sin aparecer. Entonces, el único lugar de todo el universo donde podía estar era detrás de la luna. Y así era, unos minutos después, por aproximadamente el polo sur de la luna, se iba desgajando una lucecita muy lentamente; la piel se me puso de gallina. Le pedí a mi compañero que acelerara porque esto no me lo quería perder por nada del mundo. Cuando llegué a casa, llamé a mi hijo, que afortunadamente se encontraba allí, y subimos a la terraza, montamos el telescopio, cogimos los prismáticos y nos dedicamos a disfrutar durante unos momentos de la espectacular Naturaleza. La fotografía que muestro la hice yo a pulso, de ahí que las vibraciones de la mano hagan borrosos los objetos, colocando el objetivo de la cámara directamente sobre el ocular del telescopio. Las fotografías son muy malas, porque no tengo un equipo adecuado, pero sirven para recordar el momento tan maravilloso que vivimos.
A mi compañero de coche, como a mi mujer en casa , cuando se lo dije, no tuvieron el mínimo atisbo de asombro ante un hecho excepcional como éste, porque simplemente no les gustan o les tienen sin cuidado este tipo de acontecimientos.
No soy una persona sensible y aprecio poco las artes humanas: no soy melómano, no me gusta la música clásica, ni la ópera; tampoco me gusta el teatro, ni la pintura, ni la arquitectura, ni la escultura. Eso no quiere decir que no que no haya obras que me gusten, que las hay. Pero sin embargo disfruto con una puesta de sol, echando migas de pan en un hormiguero, oyendo cantar a los pájaros, observar a los insectos, pasear por el bosque, contemplar el planeo de un águila o descubrir las formas de las montañas. No hace falta ir al Cañón del Colorado, o al Himalaya, o a la selva del Amazonas para ver cosas hermosas. La Naturaleza nos pone delante de nuestras narices infinidad de pequeñas maravillas, sólo hace falta saber, o quererlas ver.