25/9/09

LA PIEDRA


Ya hace tiempo que no escribo aquí, y no es por falta de ganas. Creo que nunca he tenido el blog tan abandonado como ahora, pero ya dije que estoy dedicado de pleno a la novelita que estoy escribiendo y me cuesta encontrar tiempo para otras cosas; ya he terminado el primer borrador y ahora estoy con la primera revisión. Poco a poco.
Como decía, tenía ganas de escribir en el blog. Durante este tiempo se me ocurrieron un par de cosas pero, por no escribirlas enseguida, se me fueron diluyendo en la mente y se perdieron. Y como tengo ganas de escribir y no sé de qué, se me ha ocurrido coger una piedra, me la he puesto delante del teclado y me he decidido a escribir sobre ella:
De todas las piedras que tengo por casa, y voto a bríos que tengo unas cuantas arrobas entre fósiles y minerales, he elegido la más corriente, la más normal, la más… piedra-piedra, para así evitar epítetos como: bonita, brillante, que tiene un color especial y demás cursilerías. Por lo tanto (y empiezo ya con la piedra) ésta no es bonita, ni brillante y su color no es especial ni nada parecido, puesto que es una mezcla de varios colores; entre ellos distingo el blanco, el malva o morado y algo de marrón por detrás. Si tuviera que clasificar la piedra, diría que es de origen sedimentario y que es una arenisca: a simple vista se pueden observar los gránulos de diferentes rocas primigenias amalgamados; parece que algunos de esos gránulos son de cuarzo; también parece una roca porosa que filtrará fácilmente el agua, de lo que se deduce que es de fácil erosión. Si se la toca es rugosa, y si se hace un poco de fuerza sobre su superficie, se desprenden algunos gránulos esféricos que ruedan entre las yemas de los dedos. Tiene una grieta en la parte superior, y si le diera un golpe fuerte contra el suelo, seguro que se partiría por ahí, y, seguro que por dentro sería igual que por fuera, completamente lo contrario que un lagarto, que si lo partes, es muy distinto por dentro que por fuera.
Nuestra piedra es estática, no se ha movido desde que la he dejado sobre la mesa, sólo lo ha hecho cuando la he tocado, y no ha sido por su propia voluntad, creo, sino por la fuerza que he ejercido sobre ella. A mí me da que no piensa, ni reflexiona, ni come ni bebe, ni siquiera se masturba, con lo bueno que eso es para la circulación y lo malo que es para la vista y los granos, por muchos que tenga la, ya, dichosa piedra.
A parte del tacto, he olido la piedra y huele a piedra normal, teniendo por normal una piedra que está en el suelo y que nadie mira ni toca ni se agacha a cogerla para olerla, y mucho menos, se tumba y aplica directamente su nariz contra la piedra, entre otras cosas, porque a los zorros les gusta mucho cagarse encima, y… claro… Por otro lado, si se le da un golpe fuerte con algo y se huele, huele a chamusquina.
He probado la piedra y tampoco sabe a nada, ni siquiera a piedra, podría saber a gamba a la plancha, pero desgraciadamente no. Hay algunas que saben a algo, pero siempre malo, y si no, pruebe el azufre y verá.
La piedra de los cojones no suena, la he cogido y la he movido al lado de mi oreja izquierda, pero nada, no suena como un sonajero ni nada. Podría tirarla al suelo e intentar definir su ruido, pero ya no sería cómo suena ella de por sí, sino que dependería del objeto contra el que colisionara; porque no sonaría igual si la tirara contra el espejo del cuarto de baño que contra la pantalla del ordenador, al igual que los gritos de mi mujer tampoco sonarían igual, teniendo en cuenta que ella no usa para nada el ordenador, y sí mucho el espejo, aunque las dos superficies sean de cristal, y, por supuesto, tampoco la voy a tirar al suelo, no sea que me casque el gres y la parienta…, pues eso.
Del tacto, como ya he hablado de él, no lo repito, sólo faltaba, porque si ha seguido leyendo hasta aquí, ya lo tiene bien, ya, que no me imaginaba yo que una piedra de mierda diera para 692 palabras hasta ahora, y eso que las piedras me dan de comer, hay que joderse.
P.D. La piedra de la foto, es la que utilizado para escribir esta gilipollez. Usted perdone.