30/5/10

DINERO, PARA QUÉ


El pasado viernes acudí a una magnífica conferencia sobre heliofísica, el sol y sus manchas, a cargo de Joan M. Bullón, un verdadero ejemplo de lo que puede llegar a hacer un astrónomo aficionado por el simple amor a las estrellas. Este hombre lleva más de treinta años mirando todos los días el sol y anotando minuciosamente sus observaciones, de suerte que envía sus datos a varios centros internacionales que los tienen en gran estima.
Durante su intervención se quejó del poco apoyo institucional que tiene en este país, y concretamente en la Comunidad Valenciana, la ciencia. Dijo que aquí se dedica mucho dinero a las carreras de Fórmula Uno, a las regatas de vela, a los torneos de hípica para ricos, al tenis…, y poca inversión en la investigación, la sanidad y la educación en general. Un rumor aprobatorio se oyó entre todos los asistentes cuando escuchamos estas palabras. Yo estoy seguro de que más del noventa por ciento de los que estábamos allí respaldaban estas afirmaciones (aunque seguramente serían todos). Si hiciéramos una encuesta en la calle preguntando si estaban de acuerdo en esto, no tengo ni idea de qué podría salir, pero supongo que una gran mayoría dirían que se debe dedicar más dinero a la sanidad, la educación y la investigación, por encima del ocio y los grandes espectáculos. Pero, ¿y si hiciésemos la formulación al revés? ¿Y si preguntáramos que las instituciones deben apoyar más a los equipos de fútbol, por ejemplo, que tienen unas deudas multimillonarias, para que pudieran comprar mejores jugadores; o que cada ciudad tuviera su circuito para hacer carreras de coches y de motos; o que cada puerto tuviera su America’s Cup; o su torneo internacional de tenis donde viniesen los mejores tenistas del mundo; o su trofeo de golf…? ¿Qué porcentaje apoyaría esta segunda opción?
(Antes de hacer sus cálculos, tengan en cuenta el alto nivel de estupidez de los españoles.)

14/5/10

RECOGIENDO MIEL (2)

Ya hace de esto tres años, escribí aquí una entrada que titulé “Recogiendo Miel”, en la que contaba un día que fui a recoger la miel de unas colmenas que tiene mi padre y el proceso de extracción y recogida. Esta primavera también hemos ido, y de unas diez o doce colmenas que tenemos, hemos recogido unos ciento cincuenta kilos de “dulce miel”. Por desgracia el tiempo no está acompañando, porque las temperaturas están siendo demasiado bajas y llueve casi todos los días. Me sabe mal por todos aquellos colmeneros, que tienen que realizar grandes inversiones para que les paguen precios muy bajos por la miel, porque este año tampoco va a poder ser. Nosotros no nos podemos quejar, pues con esta cantidad cubrimos con creces nuestras necesidades; mi madre, incluso, vende una poca a los vecinos, dinero que invertimos en las mismas colmenas convirtiéndolas en autosuficientes.
Este año ha venido mi cuñado a echarnos una mano, y al pobre, que les tenía pavor (no sé para qué ha venido) le han picado cinco, una, en el mismo momento de subir al coche para irnos. Ha jurado por Dios y por la Patria que jamás volverá a venir. A mi padre, como siempre, le han picado diez o doce; a mí, como casi siempre, no me ha picado ninguna, y eso que iba sin guantes.
El mundo de las abejas es fascinante. Si alguien tiene la ocasión de acudir a un colmenar (con gente experta, claro está) que lo haga, no se arrepentirá.
Durante la extracción hice unas cuantas fotografías. Si alguien no tiene nada mejor que hacer y se quiere entretener, que cuente las abejas que hay.


Apertura de la colmena.


Extracción de un cuadro con miel.


Detalle del panal.


Huida general.




El fruto.