Sin que
sirva de precedente, doy todo mi respaldo a la huelga de hambre que han
empezado los etarras encerrados en las cárceles españolas y francesas. Es más,
me gustaría que se sumaran a ella todos los demás que quedan en libertad; y si
quieren, que lo hagan también sus palmeros, sus políticos y todos los que
hablan bien de ellos.
Me gustaría
que el estado español pusiera todo su empeño en facilitar a estos ciudadanos el
derecho a la huelga, que les exhortara y les ayudara a llevarla hasta el final,
incluso que se comprometiera a correr con los gastos que este derecho, una vez
consumado, pudiera acarrear a las arcas estatales.
Me gustaría
que estos huelguistas terminaran su huelga como Dios manda: como muertos de
hambre, así, literalmente. En las cárceles españolas se está muy bien y son
muchos los que quieren entrar. Ya es hora de que se vaya haciendo espacio. ¡Hay
que compartir! ¡Qué corra el aire! No está bien que estos señores reserven
habitación para centenares, incluso, miles de años. ¡Todos tenemos derecho!
¡Que terminen la huelga, que se mueran de hambre, y que les aproveche!