Por fin se acabó. Podría no haber comenzado y estaríamos igual, sino mejor. Las expectativas para el año que se acaba se quedaron cortas, como creo que se van a quedar cortas las que se hacen para el año entrante. La realidad supera los sueños, y eso que soñar es gratis, en cambio las realidades nos van a salir por un ojo de la cara.
De lo que pasa quizá tengamos todos un poco de culpa, o un mucho, sobre todo por elegir a unos gobernantes que son unos auténticos ineptos a la hora de administrar los caudales públicos; y no me refiero sólo a los gobiernos centrales, sino también a los autonómicos y locales. Yo creo que en la política española hay una regla no escrita y que forma parte del ADN de nuestros políticos que dice que «a mí, a chulo, a inepto, a ineficaz, a corrupto, a incompetente, a guasón, a populista, a arrogante, a mentiroso y a bien vestido, no me gana nadie». Y esta regla no escrita muchos la llevan hasta el extremo. Y nosotros, sabiéndolo, aún les votamos. Y así nos va. Y así nos irá.
Al año que entra muchos le pedirán quedarse como estaban. Otros aceptarían quedarse un poco peor. Pero la cosa pinta mal y lo que está claro es que todos vamos a perder, menos los cuatro de siempre que ahora aún ganarán más. Yo propongo que en vez de pasar al año 2012, pasemos directamente al 2017, igual que en Samoa, año en el que los más optimistas dicen que saldremos del fango en el que estamos hundidos, aunque los que tengan 60 años pasen a tener 65, o los de 15 pasen a cumplir 20. Total, durante estos años de mierda que nos esperan van a tener pocas alegrías.
Así que, queridos lectores: feliz 2017