31/12/11

FELIZ 2017

Por fin se acabó. Podría no haber comenzado y estaríamos igual, sino mejor. Las expectativas para el año que se acaba se quedaron cortas, como creo que se van a quedar cortas las que se hacen para el año entrante. La realidad supera los sueños, y eso que soñar es gratis, en cambio las realidades nos van a salir por un ojo de la cara.
De lo que pasa quizá tengamos todos un poco de culpa, o un mucho, sobre todo por elegir a unos gobernantes que son unos auténticos ineptos a la hora de administrar los caudales públicos; y no me refiero sólo a los gobiernos centrales, sino también a los autonómicos y locales. Yo creo que en la política española hay una regla no escrita y que forma parte del ADN de nuestros políticos que dice que «a mí, a chulo, a inepto, a ineficaz, a corrupto, a incompetente, a guasón, a populista, a arrogante, a mentiroso y a bien vestido, no me gana nadie». Y esta regla no escrita muchos la llevan hasta el extremo. Y nosotros, sabiéndolo, aún les votamos. Y así nos va. Y así nos irá.
Al año que entra muchos le pedirán quedarse como estaban. Otros aceptarían quedarse un poco peor. Pero la cosa pinta mal y lo que está claro es que todos vamos a perder, menos los cuatro de siempre que ahora aún ganarán más. Yo propongo que en vez de pasar al año 2012, pasemos directamente al 2017, igual que en Samoa, año en el que los más optimistas dicen que saldremos del fango en el que estamos hundidos, aunque los que tengan 60 años pasen a tener 65, o los de 15 pasen a cumplir 20. Total, durante estos años de mierda que nos esperan van a tener pocas alegrías.
Así que, queridos lectores: feliz 2017

21/12/11

ADIVINA ADIVINANZA

Entre la primera fotografía y las demás han pasado quince meses. La montaña es la misma tomada desde perspectivas distintas.El incendio forestal fue el que el año pasado arrasó la Vall d'Albaida en Valencia quemando más de 500 hectáreas.
¿Ya sabe quién quema el monte? Quizá fue uno que pasaba por allí.

14/12/11

BUSCO AGENTE Y EDITORIAL


Por fin he terminado mi novela. Ha sido un largo camino de tres años y dos meses durante los cuales prácticamente no he pensado en otra cosa más que en lo que les ocurría a mis personajes; he vivido con y para ellos. No comprendo cómo hay gente que escribe libros y además puede escribir en periódicos, en blogs y hacer cien cosas a la vez. A mí me resulta imposible: si estoy concentrado en una actividad no lo puedo hacer en otras; por eso tenía abandonado el blog, porque no se me ocurría qué escribir.
Ahora llevo unos días estudiando la manera de conseguir publicar la novela, y la verdad, no es muy alentador todo lo que he leído por ahí. Por lo visto es más difícil que encontrar la aguja que todos buscan en el Pajar. De todas formas lo voy a intentar. ¡Ya que he hecho el trabajo de escribir…!
Lo que más me ha sorprendido al buscar información sobre cómo publicar, ha sido la gran cantidad de gente que escribe en España. A las grandes editoriales llegan todos los días cuarenta propuestas de publicación; así, es una tarea casi imposible. Por eso he decidido buscar un agente literario; estos sólo reciben seis propuestas diarias. En cuanto a presentarme a concursos literarios, creo que de momento no lo haré, para qué, la mayoría están amañados.
Ahora empieza una carrera de obstáculos que no sé si tendrá meta. Espero que sea así y que no esté muy lejos. También me gustaría retomar de nuevo el blog. A ver si empiezan a ocurrírseme cosas.

19/7/11

CAMPS ESTA TRISTE, Y YO...

Camps de romería hacia Fukushima

Antes que nada he de admitirlo: soy malo, malo, malo, soy muy malo. Porque el pobre Francisco Camps está pasando, probablemente, los peores días de su vida, y yo… me descojono. ¿Qué le voy a hacer si he «nasio pa descojonarme»?
Ya ven, la vida es así. Desde que se conoció el auto del juez Flores por el cual sentaba a Camps en el banquillo, el pobre está desaparecido de la vida pública valenciana, que tanto le echa de menos y que tanto le necesita para seguir siendo la comunidad autónoma en la cual se miren todas las demás por obra y gracia suya. Está tan desaparecido que, en Canal 9, su televisión privada en donde aparecía por lo menos en el 50% de las noticias inaugurando cosas y haciendo parlamentos y bailando y saltando y riendo y…, ahora, como no está, se pasan todo el rato contándonos lo llenas que están las playas y lo buena que está la paella valenciana que se comen los madrileños. Y yo… me descojono.
Si esto fuera el Japón le quedaría la salida honrosa de ir en peregrinación al reactor nº Uno de Fukishima y quedarse allí a veranear; o hacerse el harakiri para así lavar su vergüenza, y de paso, una vez enterrado, quitarle un muerto a Rajoy y al PP. Pero por desgracia, esta es la tierra de «Aquí no dimite ni Dios», y por lo tanto, se está planteando otras posibilidades, aunque sean vergonzosas. Total, hace tanto tiempo que la perdió, la vergüenza, que no se va a notar mucho.
Acabo de escuchar en el Telediario unas declaraciones de Soraya Sáez de Santamaría pidiendo dignidad política al PSOE para que adelante las elecciones. Sin salir de mi estupor, me gustaría pedirle a Soraya que de paso le pida lo mismo a Camps para que se vaya de una vez para siempre.

2/7/11

FINAL DE NOVELA

Este era el final de mi novela antes de la penúltima revisión. Ahora ha cambiado. Quien habla es el mismo libro que el lector tiene en sus manos.


«...Como oscuros nos quedamos nosotros cuando cierran las tapas de nuestra celda y nos olvidan en una fría estantería. Pero los libros somos pacientes. En la oscuridad, en nuestro recogimiento, soñamos nuestras páginas y nos relacionamos con nuestros vecinos, de ahí la importancia de colocar responsablemente a aquellos que van a permanecer juntos mucho tiempo: ¿se imagina qué puede pasar con un libro de Quevedo y otro de Góngora, tapa contra tapa, en la eternidad de una biblioteca? Mientras, esperamos que algún día el tacto anhelado de unos dedos, de una mano, acaricie nuestro lomo y de un pellizco nos desentierre del polvo y del olvido; que abra nuestras páginas para que de nuevo se haga la luz, resucitemos por un tiempo, y así podamos cumplir la misión para la que fuimos concebidos. No hay mayor placer para un libro que contemplar, abierto como una flor, el sol de unos ojos escrutadores mirándonos desde el cielo y moviéndose en vaivén a través de las letras, de las palabras, de las líneas que componen nuestras páginas. La mirada del lector nos da la vida, su respiración nos oxigena, su concentración mueve nuestro corazón; y su risa, sus lágrimas, sus bostezos, sus picores, sus temblores, su excitación, sus maldiciones, sus halagos, llenan nuestra alma. Nosotros no emitimos juicio alguno cuando, tras la última letra de la última palabra de la última página, nuestro querido lector nos apaga la luz; no medimos la intensidad ni la fuerza con la que nos cierran en ese momento; no criticamos la intención de las palabras emitidas entonces; no valoramos la expresión de la cara, ni siquiera cronometramos el tiempo que tarda en devolvernos al nicho de la estantería. La misión se ha cumplido. La felicidad es máxima. Y esos ojos que durante un tiempo nos han pertenecido, pasarán al repertorio de nuestros sueños y nos acompañarán durante el resto de nuestra vida.
En este momento estamos llegando a ese momento. En cada una de las 453 páginas que me engordan; en cada uno de los 30 capítulos que me dividen; en cada uno de los 4.252 párrafos que me estructuran; en cada una de las 15.226 líneas que me recorren; en cada una de las 188.479 palabras que me dan significado; y en cada uno de los 1.064.398 caracteres que me escriben, está fijado el brillo de sus ojos, el color de su iris, las palpitaciones de su pupila, la intensidad de su mirada. Ahora es mío, es mía. Cuando dentro de un instante cierre mis tapas, quizá para siempre, su recuerdo permanecerá en mí hasta que el fuego libere mi alma o hasta que las polillas y el tiempo desintegren mis páginas. Mientras tanto, una parte suya vivirá conmigo.
Ahora. Adiós.»

29/5/11

ABUSO

Aunque hace mucho tiempo que no lo veo, Ramber es mi amigo. Yo creía que ya se había vuelto a su país, a Bolivia, pues así me lo dijeron. Pero no, aún sigue por aquí. El otro día me llamó por teléfono. Al ver su nombre reflejado en la pantalla de mi móvil me alegré, y más de escuchar su voz; pero por desgracia sus palabras no eran de alegría: «Corpi, tengo un problema».
Resulta que mi amigo lleva cuatro años trabajando para un holandés en el mantenimiento de jardines y piscinas. Sin contrato. Como estaba en situación irregular, el hijoputa no quiso regularizarlo para así ahorrarse la seguridad social. Ya puestos a ahorrar, tampoco ha pagado, ni más ni menos, seis meses de trabajo, ¡seis meses trabajando sin cobrar! Para postre, a Ramber lo ha cogido la policía y tiene que ir todos los lunes a la comisaría a firmar. El pobre está asustado porque teme que lo deporten a su país, y si esto sucede, seguro que no cobra nunca el dinero que le deben.
La solución al problema es complicada. Yo lo único que he hecho ha sido mandarlo a CCOO porque tengo allí unas amigas, para que miren qué pueden hacer con él, porque ir a casa del holandés y cogerlo del cuello, aunque puede ser la medida más efectiva, no creo que sea la más idónea, si bien la más merecida.
Me gustaría poder hacer algo más por mi amigo, pero me veo impotente, como él. ¿Alguien me puede orientar?

13/2/11

CENIZAS

El último deseo que Eustaquio Lopo le pidió a su mujer Amalia antes de morir, fue que incinerara su cadáver. Y así lo hizo, aunque no fue fácil, puesto que el único dinero que pudo encontrar en casa fueron 30 euros, y con eso sólo había para las cerillas. Así que no tuvo más remedio que, con prisas, malvender el coche y pedir un préstamo personal para pagar los gastos del funeral y la incineración.
De regreso a casa, como no tenía coche, la acompañó su hermana. Ella viajaba sentada con la urna que contenía las cenizas de su marido difunto entre las piernas, sintiendo lo mismo que cuando lo tenía vivo en el mismo lugar: frío.
-¿Estás bien, quieres que me quede esta noche contigo?
-Estoy bien, gracias. No te preocupes.
Cuando Amalia entró en casa depositó la urna sobre el aparador, junto a la fotografía de la boda, y se sentó en el sofá. Sobre la mesita de cristal con un tapete a juego con las cortinas, había un paquete de tabaco empezado y que no pudo terminar su difunto marido porque la muerte se lo llevó de repente sin avisar ni dejarle tiempo de acabarlo. Amalia cogió un cigarrillo, lo encendió, después de once años sin dar una calada, y tosió al aspirar el humo y sentir cómo éste arañaba su garganta al circular hacia los pulmones. A la tercera calada se sintió mejor y se relajó mirando la urna con las cenizas del difunto Eustaquio. En ese momento se dio cuenta de que no había vertido ni una sola lágrima desde que su marido había fallecido. Por supuesto, lo encontró lógico. ¿Cómo iba a llorar si había agotado todas sus lágrimas cuando el ahora difunto Eustaquio, vivía? Se encendió otro cigarrillo y, sin dejar de mirar la urna, empezó a repasar la vida que había tenido con él: golpes, gritos, palizas, miedo, borracheras, putas, insultos, terror, escupitajos, humillaciones, hostias, violaciones, cicatrices, mentiras, once días sin salir de casa hasta que se deshinchara el ojo, diez días sin salir hasta que se curara el pie, tres días sin salir hasta que bajara la hinchazón de la mano, ocho días sin salir por no tener dinero para comprar comida, dos semanas en el hospital por haber abortado por culpa de una patada en la barriga con la consiguiente esterilidad, un mes con la pierna escayolada… Muchas cosas. Y ahora el mar. Llegados a este punto, el narrador de la historia primero pide perdón, y luego debe hacer una aclaración: la primera frase de la historia dice que “El último deseo que Eustaquio Lopo le pidió a su mujer Amalia antes de morir fue que incinerara su cadáver”, cuando debería de haber dicho: “El penúltimo deseo que…”, puesto que el último deseo que le pidió fue, que una vez incinerado, echara sus cenizas al mar, pero no que lo hiciera desde la playa, ya que el viento podría devolverlas a tierra, sino que alquilara un barco y lo hiciera bien adentro del mar, para que hasta la última mota de sus cenizas se disolviera en el agua salada. Hecha esta aclaración por parte del narrador, seguimos con la historia.
-¡Pero si vivo a trescientos kilómetros del mar!, no tengo coche ni dinero, ¿cómo voy a echar sus cenizas al mar? –se oyó decir a ella misma, en voz alta.
Le había cogido gusto al tabaco y se encendió un tercer cigarrillo, siempre mirando la urna con las cenizas de su difunto marido. Tanto tabaco le secó la boca, así que se levantó del sofá, se dirigió a la cocina y bebió un vaso de agua. Volviendo hacia el salón, al pasar por delante del cuarto de baño, se dio cuenta de que la ceniza del cigarrillo estaba a punto de desprenderse y caer al suelo, así que entró veloz, levantó la tapa del váter y tiró la ceniza dentro; en ese instante se le ocurrió una idea que resolvía automáticamente todos sus problemas. El narrador, en este punto, no quiere menospreciar la inteligencia del lector y se ha dado cuenta de que éste ya se habrá imaginado cómo acaba la historia, que se ha hecho predecible se dice, ¿no? Qué se le va a hacer, pero no por eso el lector debe dejar de continuar leyendo. Ni corta ni perezosa, el narrador también es consciente de que esta expresión tan ocurrente no debería de utilizarse nunca en una narración con pretensiones, pero como no es el caso, le pide al lector que apruebe su licencia y continuamos, Amalia se dirigió al aparador, cogió la urna con las cenizas de Eustaquio y se volvió al cuarto de baño. La tapa del váter ya estaba abierta, en el agua empezaba a disolverse la ceniza del cigarrillo. Abrió la urna y se quedó mirando con desgana las cenizas de Eustaquio durante unos instantes, dudando. Finalmente se decidió. ¿Quién iba a pegarle dos hostias por no ir al mar a echar las cenizas de su marido difunto? ¿Su difunto marido? Además, ¿no van al mar todos los desagües? Pues eso. Se agachó y vació con cuidado las cenizas de su difunto Eustaquio para que no cayera ni la más mínima mota de ceniza fuera de la taza. Vaciada la urna, pensando que la podría aprovechar para guardar ajos, puso el dedo en el botón de la cisterna, pero, antes de apretarlo, sintió un retortijón en el vientre que empezó a provocarle malestar. Como su difunto marido siempre le decía que debía ahorrar agua, apartó el dedo del botón de la cisterna, se bajó las bragas, se sentó en la taza y evacuó la última cena que tuvo con su difunto Eustaquio. Cuando terminó se limpió, y esta vez sí, apretó el botón.
-Que tengas buen viaje. Y que siempre te acompañe una parte de mí.

6/2/11

DEMOCRACIA EN LOS PAISES ARABES

Desde este humilde medio-blog quiero dar todo mi apoyo a los tunecinos, yemeníes y en especial a los egipcios, para que sigan manifestándose y exigiendo democracia y libertad. ¡Ya era hora! Desde los países occidentales la gente de a pie estamos expectantes ante las noticias que nos llegan de la región, y en la mayoría está el deseo de que esto salga adelante y salga bien. Otra cosa es lo que piensen nuestros dirigentes, atados de pies y manos por las multinacionales y los poderes fácticos que prefieren a un dictador al que poder sobornar y manejar a  su antojo que a un gobierno legítimo que mirará antes por su pueblo que por su bolsillo. Y si no, ahí tenemos a la Unión Europea cogiéndosela con papel de fumar para que no le rasque, y a Obama el Blandengue que ni la saca ni la pone.
Es que, ¿y si llegan a mandar los islamistas? Pues con su pan se lo coman. En una democracia cada pueblo elige a quien quiere que le gobierne. Si quieren que les gobiernen los islamistas, pues que les gobiernen. Si después no les gusta lo que hacen, al cabo de cuatro años tendrán la oportunidad de quitarlos y poner a otros. Este escenario, claro, sólo cabe en una democracia real. ¿Quiénes somos nosotros, los occidentales, para decir qué les conviene y qué no? Aquí en España, por ejemplo, hemos tenido a la cabeza del gobierno a gente como Aznar y Zapatero; a presidentes autonómicos como Camps, Montilla, Chávez, Esperanza Aguirre, Revilla, Fraga; y una larga de lista de ministros incompetentes. También tenemos a Fedeguico Jiménez Losantos, a Pedro J. Ramírez, a Francisco Maruenda, a Horcajo, a Carlos Dávila, a Mª Antonia Iglesias. Y a Rouco, Camino y compañía, y no pasa nada. Y vamos echando adelante, más mal que bien, y no les pedimos a los árabes que nos digan qué tenemos que hacer, para eso ya tenemos a los alemanes. Y no pasa nada. Dejémosles a ellos que se apañen solos si pueden, y si no, ayudémosles de verdad a ser una democracia real.
De paso, también animo a los marroquíes, libios, argelinos, saudíes y en general a todos los de los países árabes, a levantarse contra sus gobiernos corruptos, autoritarios y medievales para que consigan con la democracia, vivir un poco mejor.

23/1/11

¿AHORRAR PETRÓLEO?

Todos somos conscientes de que la contaminación del aire por dióxido de carbono (CO2) es malo para la salud. Aquí en los pueblos, afortunadamente, ese problema es casi inexistente, pero en las grandes ciudades… Además, el CO2 es un gas de efecto invernadero (menos potente que el vapor de agua, por ejemplo) al que se le vincula con el cambio climático que según muchos expertos está experimentando la Tierra. Yo soy muy escéptico con este planteamiento, pues desde que la Tierra es Tierra, el clima no ha parado de cambiar. Pero no es del cambio climático de lo que quiero hablar, sino de la contaminación por CO2.
El Carbono es un elemento que se encuentra en abundancia en la naturaleza y que es indispensable para la vida. Como el agua, tiene un cicloque lleva el CO2 de la atmósfera a formar parte de los seres vivos para luego volver a la atmósfera, o disolverse en los océanos, o acabar enterrado para, dentro de muchos millones de años, regresar de nuevo a la atmósfera a través del cráter de un volcán. Pero nosotros, los humanos, hemos acortado esos tiempos geológicos, y sacamos el CO2 del subsuelo mucho antes en forma de petróleo y carbón, y lo liberamos a través de los tubos de escape de nuestros coches o de las chimeneas de las fábricas.
Desde hace algún tiempo, conscientes de que la contaminación es mala, se hacen campañas de ahorro de combustible, se construyen vehículos que emiten menos CO2, nos dicen que el AVE a Valencia, por ejemplo, evitará la emisión de 30.000 toneladas de CO2, que las plantas de energías renovables ahorran el consumo de millones de toneladas de petróleo, etc. etc. Pero todo eso es mentira. Mientras la economía que nos gobierna sea la que es y el petróleo valga dinero, y lo valdrá porque la economía que tenemos es la que es y va a ser muy difícil de cambiar, pues el dinero es el que manda y el petróleo es dinero, todo va a seguir igual, o va a ir a peor. Por tanto, ese ahorro que se nos anuncia no es más que un alargamiento del plazo de finalización de ese recurso, nada más. Yo considero que lo que hay que hacer es quemar petróleo aprisa, acabarlo cuanto antes, para así, de una vez por todas, empezar de verdad con un nuevo modelo económico basado en otro tipo de energías, que sean, como mínimo, más sanas para nosotros.
Y por el planeta no se preocupen, él sabrá autorregularse. Somos tan arrogantes que nos creemos capaces de acabar con la vida en la Tierra. ¡Qué más quisiéramos nosotros, ser como Dios!