5/3/08

LUCHA DE DIOSES (y IV)


(Seguimos)
En la Plaza Mayor de Cajamarka, atado a un poste y rodeado de varias brazadas de leña, se encuentra atado Su Majestad Imperial el Inca Atau Wallpa dueño y señor del Tawantinsuyu, el Imperio Inca del Perú. Cansado y asqueado por tantas penalidades no tiene miedo a la muerte, la ha burlado muchas veces a lo largo de su puta vida y alguna vez había de tropezar de cara con ella y el requiebro le tenía que salir mal. Y esta era la ocasión en que de la hostia ya no se podría levantar. No estaba solo en la plaza, a su alrededor se encontraban muchos de los que hasta hacía unos meses fueron sus fieles súbditos que lloraban y se golpeaban el pecho al ver a su Dios en la tierra atado como un perro a un madero. En una esquina de la plaza se encontraban los españoles con Francisco Pizarro a la cabeza, Diego de Almagro el Tuerto a su izquierda y el padre Valverde a su derecha.
Atau Wallpa Yupanki miró hacia el cielo buscando al sol que intentaba apartar a las malditas nubes empeñadas en taparlo para que no viera el martirio de su hijo en la tierra. Intentó buscar también al Dios cristiano, ese que había venido en compañía de los extranjeros, poderoso sin duda, mucho más que Qön Tijsi Wirakocha; un Dios cuya tarjeta de presentación era el acero y el fuego, que enviaba a sus representantes encerrados en corazas de hierro que les hacían inmunes a sus flechas y montados en monstruos enormes llamados caballos que aplastaban a sus hombres como si fueran melones, la madre que los parió. Un Dios que había dado poder a un tal Papa de Roma, algún loco peligroso que daba con tanta alegría lo que pertenecía a otros. ¿Quién cojones era este Papa al que llamaban Alejandro VI para entregar el Tawantinsuyu a los yúraj runa, los extranjeros, pasándonos por encima, como si estuvieran pisando uvas? ¿Y quién este Emperador Carlos V para recibir tal presente del Papa y enviar a unos bárbaros barbudos y pálidos como la nieve de los Andes a arrebatarme de las manos lo que tanta sangre me ha costado? ¡Ah maldito hermano Wáskar Inca, si hubieras aceptado mi trono y todos nuestros hombres estuviesen unidos, estos hijos de la gran puta no habrían conquistado nunca mi imperio! ¡Me cago en dios, me cago en el papa, me cago en el emperador y me cago en mi hermano!
Cada vez los negros nubarrones eran más espesos, y el sol quedó velado en su tristeza sin poder mirar a los ojos a su hijo más amado. Los dioses y sus hijos repiten la historia allá donde se encuentren, hay que joderse. El padre Valverde se acercó al Inca y le dijo que si se arrepentía y creía en los santos evangelios, sería matado antes de quemarlo. El Emperador exigió que no se le quemara completamente para así poder reencarnarse en la otra vida. Así se lo prometió el barbudo Pizarro. Convertido en Juan Francisco Yupanki (Paco para los amigos) moriría cristiano. Nadie puede triunfar sobre Dios.
Pedro Cataño el Magnífico había intentado por dos veces impedir tal maldad advirtiendo a Pizarro que este hecho le perseguiría por siempre jamás de los jamases a lo largo y ancho de la historia y alrededor de todo el mundo mundial, pero el játun runa, el jefe, se lo quitó de en medio encerrándolo en la prisión para que no estorbase, ahora, en el momento definitivo se encontraba escondido en la plaza llorando al igual que los incas, lágrimas amargas de rabia y de impotencia ante la felonía tan grande que se había tramado.
Melchor Verdugo iba arreglando las gavillas de leña mientras fray Valverde perdonaba los pecados a Su Majestad Imperial que había renegado de su religión con el único objetivo de que no se le hiciera cenizas, polvo eres y en polvo te convertirás, y cuando dijo que abrazaba la religión de ese Dios todopoderoso al que esperaba ver muy pronto para cantarle las cuarenta, el diligente Melchorote le puso el hierro en el cuello y le dio garrote. Cuando expiró su alma, prendió fuego a la leña en medio de una ligera lluvia que se convirtió en diluvio cuando llegó su alma al seno del sol, el hogar a donde van a parar los hijos de Wirakocha. Al día siguiente rescataron los restos que la lluvia había podido hurtar al fuego y envueltos en una sábana fueron enterrados en su palacio. Sus parientes fueron a rescatarlo, pero el padre Valverde les dijo que había muerto en la fe de Cristo Redentor y que por lo tanto en su religión había sido enterrado. Los caminos del Señor son inescrutables, me cago en Cristo. Sus parientes desesperados se fueron a sus casas y se autosacrificaron como si a sus pies hubiesen tenido el cuerpo de su bienamado emperador.
“¡Hasta aquí llenaré de oro esta habitación por mi libertad!” había dicho Atau Wallpa señalando con su regio dedo la pared. Gerónimo de Aliaga corrió presto y veloz a tomar medidas: un ancho de dieciocho pies y un largo de treinta y cinco. El plazo de sesenta días: junio maldito del año de Nuestro Señor de 1533. Superado el límite aún seguía llegando oro a lomos de llamas, vicuñas y guanacos. Pero no fue suficiente, nunca fue suficiente. El oro ¡qöri, qöri! había pasado a la sangre de los conquistadores y como una droga maldita exigía más y más, la dependencia era cada vez mayor y los monos sólo se soportaban derramando sangre y violando mujeres ¡qöri, qöri! Oro bendecido por la iglesia, a la que Dios confunda, que viajaba a España para pagar las guerras católicas de sus católicas Majestades Imperiales y que financiaba las fiestorras que se daban los papas, cardenales, arzobispos y obispos en la vieja Europa. Rebaños de curas y frailes viajaban al Nuevo Mundo a predicar la verdadera Fe: Hermanos, pecadores de la pradera, arrepentíos y creed en el Evangelio, acercaos y os daremos de hostias que sus vais a enterar ¡qöri coño, qöri!
Francisco Pizarro murió asesinado en su palacio de la Ciudad de los Reyes a manos de los traidores almagristas; Diego de Almagro murió de garrote a manos de Hernando Pizarro; Juan Pizarro murió de una pedrada en la conquista de Sajsawaman; el obispo Valverde murió descuartizado por los indios; Gonzalo Pizarro murió decapitado en un oficio de la Inquisición; y sólo Hernando Pizarro consiguió venir a España rico, pero por las fechorías hechas en América fue encarcelado más de veinte años, al salir de la cárcel se arrejuntó con su sobrina, la hija de Francisco y regresó a su natal Trujillo, tierra de conquistadores. Muchos fueron y allí se quedaron: unos a vivir, otros a abonar las pobres tierras; algunos regresaron más pobres que cuando se fueron, otros inmensamente ricos: los soldados de Pizarro por ejemplo recibían cuarenta kilos de oro y ochenta de plata; los eclesiásticos menores, representantes franciscanos y dominicos, veinte kilos de oro y cuarenta de plata.
Nunca el hombre se había comportado tan sanguinario y rapiñero como cuando posó sus reales sobre las tierras del Nuevo Mundo. América exportaba oro, plata e inmensas riquezas e importaba puertas reforzadas, candados blindados, instrumentos de tortura utilizados por el Santo Oficio y armas modernas del ejército imperial.
¡Qöri, coño, qöri!

8 comentarios:

Pepe Castro dijo...

Siempre consideré la asignatura de historia un hueso en el Bachillerato. Si la hubiese aprendido como tú la enseñas, hubiese sido de mis favoritas.

Merce dijo...

"En el nombre de dios, hago lo que me da la gana"... y todavía hay quien sigue haciéndolo...

Bien contado...

RGAlmazán dijo...

Por un puñado de oro y de poder, lo que hicieron aquellos malditos a los que hoy se santifica.

Salud y República

Gambutrol dijo...

pffffffffffffffff...

Asir dijo...

Un saludo, Corpi. Muy gráficas tus interpretaciones históricas.
El capítulo 'y V', ya no va a ser posible, ¿verdad?.
Bueno... ¿Es posible indicar algo de bibliografia?
Me temo que tampoco.

Saludos, profe.

Corpi dijo...

Pepe: La manera de impartir una asignatura ha sido esencial en la aceptación de la misma. Hay profesores que por su forma de ser y de dar las clases han arruinado alumnos. Y si no que me lo digan a mí.
Merce: Más de los que nos imaginamos.
Rafa: Y se les dedican plazas y avenidas.
Gambu: fffffffffffffffffffffffffffffffffff....
Asir: Podría seguir evidentemente, pero esto cuesta más de lo que te imaginas, me he quedado agotado después de escribir esto. Quizá dentro de un tiempo, si encuentro algún tema interesante escribo alguna seria más. Me pides bibliografía, pues claro que puede ser, he de decirte que también he consultado la wikipedia; libros:
Angelina Yupanki, de Néstor Taboada; Descripción del Perú, Tucumán, Río de la Plata y Chile de Reginaldo de Lizárraga; Crónica de los reinos de Chile; Historiadores de Indias del Instituto Gallach. Todos estos libros los he conseguido en ferias y librerías de segunda mano, por lo que creo que estarán descatalogados. Suerte.


Gracias a todos por leer este rollo de serie.

Anónimo dijo...

Me gusta como lo cuentas. Se agradece el curro!

Anónimo dijo...

Me ha encantado, que lo sepas, lo he estado leyendo por entregas y tenía un magnífico (y largo) comentario que hacerte y se fue a la porra.
Muchas gracias por el trabajo, un placer leerte.
Un besoooo