30/4/08

EL CORREDOR


-Uno…, dos…, tres…, ya.
Este era su punto de partida, el inicio de su final. Tenía que correr, correr y correr hasta el final, un final que él no sabía dónde se encontraba, pero que tenía que llegar. Su vida dependía de ello, única y exclusivamente de ello: de correr. Cuanto más corriera, cuanto más espacio interpusiera entre el ya inicial y el final, mucho mejor. Pero andaba perdido, nadie le había dicho por dónde debía ir y qué es lo que se podía encontrar por el camino, ni siquiera sabía cuál era el camino. Pero no le importaba, ¿o sí?, no lo sabía, pero en su mente sólo había un pensamiento, correr: correr es la vida. Y corría y corría sin cansarse apenas: uno, dos; uno, dos; inspiración, expiración; inspiración, expiración; izquierda… izquierda… izquierda, derecha, izquierda. Correr, correr, correr…
“Corre muchacho ya, no te detengas más. La noche caerá, el día llegará…” Así sonaba la canción de Orzowei, allá por el año… uf! Correr, correr y correr: correr es la vida. Correr por un lugar insólito, desconocido, un lugar en donde no hay nada, vacío, monótono. Necesita un estímulo para seguir corriendo, para seguir viviendo; y el pobre no sabe nada.
De repente sobre el horizonte se eleva una montaña, puntiaguda, con la cumbre nevada y un bosque verde en su base. A sus pies van apareciendo pequeñas manchas verdes que le dan a entender que el desierto se va quedando atrás. Por fin una alegría en su miserable vida. “Pero qué haces, no te pares, corre… insensato” Correr, correr: correr es la vida.
“Con los dedos de una mano voy contando los minutos, con los dedos de una mano voy contando los segundos” decía una canción de Azul y Negro que sirvió de sintonía para la Vuelta Ciclista a España. Correr, y correr. Mucha gente corre para vivir, mucha gente corre para sentirse viva. Correr es la vida.
Aromas extraños llegaban a su olfato, pero no podía parar para tratar de identificar de dónde procedían. No podía dejar de correr. Correr era el motivo de su existencia. Había nacido para correr, y sólo mientras corría estaba vivo. Y lo peor de todo es que no lo sabía. ¿Llegaría a descubrirlo?
Ahora tiene sed, mucha sed, pero no puede parar de correr. Pero si no bebe se puede deshidratar, aunque en ningún momento se ha dicho que sudara. Pero sí, ahora suda, suda mucho, hace mucho calor. Pero los hay con suerte. Por el oeste se levanta una nube negra que llega rauda hacia nuestro corredor que con la lengua seca como el esparto se esfuerza en seguir adelante. Desea con todas sus fuerzas que esa nube que se acerca veloz descargue algunas gotas de agua que consigan aplacar la sed atroz que en estos momentos está a punto de hacerle desfallecer. Pero dicen que la fe mueve montañas, y hace llover también. Y mientras corre, porque no olvida que correr es su vida, de la nube empiezan a caer grandes goterones de agua que él va recogiendo con la boca abierta hacia el cielo; pero todo no puede ser tan bonito, y de repente empiezan a caer piedras de hielo del tamaño de un huevo de paloma… Y ningún sitio donde poderse esconder. “Bueno, piensa, al menos no son como los huevos de avestruz” Pero podrían ser, y mira tú por donde empiezan a caer granizos del tamaño de un huevo de avestruz. ¡Cuidado!, que si te da uno en la cabeza, te puede matar. Afortunadamente caen muy distanciados unos de otros, pero nuestro corredor se las ve y se las desea para esquivarlos. Correr, correr: correr es vivir y vivirá mientras corra.
Y sigue sin darse cuenta. Ha acabado de llover y el suelo se ha convertido en un barrizal. Se hunde hasta casi los tobillos, pero el sigue corriendo, siempre hacia delante, por desgracia ahora no puede avanzar tanto, pero cada paso que da significa un poco más de vida. De repente el sol sale de detrás de la nube y seca el barro al instante. Qué alivio para nuestro corredor, ahora correr es mucho más fácil sobre la tierra seca.
Un momento, mira hacia arriba, busca, corre y busca. Busca algo. Parece que se va dando cuenta.
Perdonen, me llaman. ¿Cómo? Voy. Tengo que irme a cenar.
“¡Cuidado corredor con esos arbustos. Debes saltarlos!”
-Y un huevo.
Vaya se ha dado cuenta.
“¡¡¡Salta!!!”
-¡¡¡No!!!
“¡¡¡Sáltalos ahora!!!
-¡¡¡Hijo de putaaaaaaaa!!!!
“Siento que detrás de los arbustos hubiera un barranco muy profundo.”

5 comentarios:

RGAlmazán dijo...

D. Corpi, relato interesante pero angustioso y cansado. Es verdad que nos pasamos la vida corriendo para luego terminar en el vacío. Deberíamos reflexionar y vivir, en vez de más deprisa, de forma más intensa.

Salud y República

Nür dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Nür dijo...

UUf, quina manera de córrer. Estic esgotada. Com bé diu el rgalmanzán, el teu conte no és més que el reflex de la vida que ens obstinem a viure. Hauríem de ser capaços de detenir-nos, de prendre'l tot amb més calma, i no només quan ens criden a sopar, que pot ser siga massa tard.
Salut,
Nür

PD: He eliminat el comentari anterior que he vist una falta molt grossa! :$

Merce dijo...

La vida es así, nunca sabes detrás de que esquina te van a dar el palo, lo bueno es que tampoco sabes detrás de cual esta eso que te hace sonreír...

Por eso mientras tanto, a disfrutar todo a tope, por si acaso los arbustos están más cerca de lo que debieran....

Patri dijo...

Me ha gustado, es intenso...

Besotesssssssssss