Está bien.
Vale.
De acuerdo.
Lo contaré.
Y es que ya hace demasiado tiempo que lo llevo dentro; yo solo; y me pesa; cada vez más. Ha llegado la hora de contarlo, y que sea lo que dios quiera. Y es que no es nada fácil convivir con cuatro crímenes cargando la conciencia durante tanto tiempo; cuatro personas asesinadas en sólo cuatro minutos, cuatro hombres que sin tener ninguna opción de defenderse cayeron en el hoyo en un santiamén. Sólo espero que el delito haya prescrito ya, y que no sea de prisión la pena que me caiga.
De esto que cuento hará más de veinte años, y la memoria, como ustedes comprenderán, pierde muchos detalles. De entrada no recuerdo en qué bar almorzamos, ni en qué coche fuimos los cuatro amigos, no sé si era en el Renault 9 ó en el Seat 133; lo que sí que tengo claro es que íbamos de paella al Forn de Carrascossa, en la carretera de Favara a Alzira, y que paramos en el estanco de Borderia para comprar tabaco. En qué mala hora.
No recuerdo bien cómo empezó la conversación con el estanquero, lo cierto es que el hombre me dijo que era de Benissa (buen pueblo por cierto), y mira tú qué casualidad, yo por aquellos días estaba trabajando en la Fustera con el tío Joan de Nosequè. Y, por qué cuando acabamos de conocer a una persona de algún pueblo diferente al nuestro debemos preguntarle, si nosotros conocemos a alguien de ese pueblo, si la persona a la que acabamos de conocer, conoce a ese conocido nuestro?
Pues eso es lo que hice, me hice pasar como que era de Benissa y le pregunté si le conocía, pero no recuerdo la respuesta. Entonces el estanquero me preguntó si yo sabía algo de Tal.
-Pobre hombre -le dije- faltó hará cosa de dos años.
-Cojones, y no enterarme. Y dime joven, de Cual, sabes algo?
-Ese que vivía en la parte baja del pueblo?
-Sí, ése mismo.
-Pues me sabe mal decírselo, pero también está en el cementerio desde hace un año o así.
El semblante del pobre estanquero iba haciéndose agrio y las arrugas que le araban la cara, tenían cada vez más profundidad.
-Xe, ¡no me digas! Caguenlaputadoros. Y de Paracual, ¿qué sabes?
-No sé si decírselo- le respondo- pero el pobre murió atropellado por un camión hará cosa de tres meses.
-Rediós, ¿y su mujer no me llama y me lo dice?, con lo que me gustado poder estar en su entierro, era uno de mis mejores amigos.
- Y dime muchacho, y de Mesqual qué noticias tienes?
-Me sabe mal decírselo, pero el pobre ya hace tiempo que faltó. Su entierro es uno de los más recordados en el pueblo por la cantidad de gente que fue y porque la misa del funeral lo ofició el mismo obispo.
-Caguentotselsantsdelcelidimonisdelinfern. Muchacho vete de aquí inmediatmente que sólo haces que darme malas noticias. Rediós.
Cuando subí al coche mis amigos me preguntaron qué cojones me había pasado con aquel hombre.
-Nada - contesté-, que le acabo de enterrar a sus mejores amigos.