Como casi todos los sábados, también el pasado fui con mi hijo a la montaña, es una costumbre que llevamos practicando desde hace bastante tiempo. Esta vez fuimos al “Barranc dels Corbs” (Barranco de los Cuervos, el nombre en sí ya es sugerente). Ya habíamos estado una vez allí pero sólo recorrimos medio camino. Esta vez el objetivo era recorrerlo entero. Lo bueno que tiene esta zona es que mires hacia donde mires no se ve la huella del hombre moderno por ningún sitio, apenas algunos muros centenarios que demuestran la simbiosis de aquellas personas con el entorno natural que les rodeaba y que les exigía un gran esfuerzo para sacar provecho de lo que la naturaleza estaba dispuesta a dar. El barranco en sí no tiene ningún atractivo a priori; empieza en un suave valle que en dirección oeste recorre unos 200 metros donde gira hacia el norte en una pequeña quebrada para virar otra vez hacia el oeste. Al llegar a este punto la pendiente se hace más pronunciada y escabrosa por lo que hay que ir unos cuantos metros por arriba del barranco ya que éste está lleno de maleza y en muchos tramos es imposible seguir su lecho. Íbamos por un repecho de estos cuando oigo un ruido extraño y al mirar en la dirección de donde provenía el sonido vemos alucinados salir de un pino a un enorme búho real que planea hacia el norte hasta que se esconde detrás de un saliente de la montaña y le perdemos de vista. Pero es que al seguir el vuelo del gran duque, mis ojos se aperciben, mi conciencia no se dio cuenta, de que algo se movía por el fondo y al desaparecer el búho vuelvo la vista atrás y veo a un enorme jabalí corriendo montaña arriba. Enseguida le grité al niño “¡mira un jabalí!” y los dos nos quedamos extasiados viendo como corría monte arriba por en medio de la jara el formidable cerdo. Aún se me ponen los pelos de punta de recordarlo. No llegaría a un minuto el tiempo que lo pudimos seguir con la vista, ni siquiera perdí el tiempo en sacar los prismáticos, me hubiese perdido demasiado. ¡Y lo qué corría ese animal hacia arriba! Yo hubiese necesitado más de una hora en recorrer la misma distancia. Fue todo un espectáculo.
Al caminar un poco más vi un pequeño bosquecillo de pinos y le dije a mi hijo: “me apuesto una oreja a que el búho real está en esos pinos”. Bueno, al estilo Félix Rodríguez de la Fuente, o eso me imaginaba yo, fuimos agachados y en silencio hacia los pinos, cuando de pronto, vimos como aleteaba encaramado a una rama, otra vez erisipela por todo el cuerpo. Preparé la cámara para intentar sacar una buena foto, pero al acercarme un poco más salió volando, con tan mala fortuna que lo hizo en la dirección de los pinos que se interponían en mi campo de visión y cuando por fin lo vimos planear ya se encontraba demasiado lejos para fotografiarlo, pero bueno, lo seguimos hasta que se posó en unas rocas. Y hacia allí que fuimos hasta que finalmente volvió a volar y se metió en unos arbustos que ya fueron imposibles de alcanzar.
Ya sólo nos quedaba seguir el descenso del barranco. Y a medida que hacíamos vía hacia el oeste, las montañas se iban cerrando sobre nosotros hasta que formaron un pequeño cañón cada vez más complicado de pasar. Por el norte la montaña se elevaba a plomo sobre el barranco. Los estratos estaban casi verticales, lo que demuestra la fantástica fuerza telúrica con que la tierra modeló su superficie hace ya tantos millones de años, y que gracias a eso hoy podemos disfrutar de verdaderos espectáculos geológicos y naturales. Sólo hay que tener un poco de sensibilidad para apreciar esas maravillas y asombrarse de lo que la Madre Naturaleza ha puesto delante de nuestros ojos. Ese es mi objetivo al hacer las excursiones con mi hijo, que aprenda a maravillarse de las pequeñas cosas, que de las grandes ya se encargan de “vendérnoslas” te guste o no.
Por fin llegamos al final del barranco. Según pienso yo, en un principio la salida estaría obstruida por una pared de roca, y sólo la lluvia y la paciencia consiguieron a través de los siglos, desgastar la roca hasta abrir un paso al valle donde liberar las aguas que recogía el barranco. Todo un espectáculo.
Siento que mi capacidad descriptiva no llegue a más, pero espero haber conseguido el objetivo que me marqué cuando se me ocurrió contar esto, y no era más que daros un poco de envidia, sobre todo a los encarcelados urbanitas.
8 comentarios:
Pues lo has conseguido ;) Te estaba leyendo y pensaba en lo lejos que está de mi casa un entorno parecido. Buen relato, he deseado estar allí.
Un abrazo.
Pues aquí otro, compa Corpi, al que, igual que al compañero Apesar, le has despertado las ganas de triscar montes cual cabrilla silvestre (y, si encima es con el peque, pues ya ni te cuento...). Y conste que yo soy más urbanita que un semáforo, pero haces un relato tan vivo y tan sentido que terminas incitando a darse un garbeo natural (algún rescoldo habrás removido, compa...).
Un abrazo.
Pues conmigo lo has logrado..mucha envidia, si señor.Me gusta pasear por la montaña,descubrir paisajes,fotografiarlos..pero te voy a dar un poquito de envidia yo..visito un restaurante en una sierra murciana que mientras comes tienes a los jabalies al lado de tí preparados para que les des de comer como si fueran perritos..es una gozada...
Un besito.Mar
XDDD yo no soy un urbanita... vivo en un pueblo rodeado de bosque... y tengo la suerte de que mire donde mire hay prados y bosques... acantilados no, por suerte, por que tengo vértigo... de todas formas, tu manera de narrar la historia hace que cualquiera persona, incluso yo, le entre la envidia sana...
Un abrazo.
Conmigo lo has conseguido... ¡¡La envidia me corroeeeeeee!! o_-
Me ha encantado tu forma de describirlo, ha sido como si estuviera contigo.
Besotessssssssssssssss
Tu vitalismo transmite emoción. Si señor somos todos unos putos envidiosos, pero que conste que el responsable, y por tanto el pecador, eres tu, querido Corpi.
Salud y República
Tu capacidad descriptiva no sólo es buena sino que haces que se formen las imágenes perfectamente en mi cabeza....no sé de que te quejas pedazo de envidioso de pacotilla :P
Me encanta el monte y pasear por el, por mi zona hay colinillas...en fin, no me quejo
Un saludo montaraz :))
Te empecé a leer el día que lo posteaste y mira... curiosamente hoy vengo de una excursión parecida pero en lugar de águílas y jabalís, unos enormes y simpáticos buitres.
El mundo es una maravilla, no veas la pena que me dan los urbanitas :)
Y has cumplido con creces tu capacidad descriptiva.
Besos rústicos
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