Toda afirmación hecha sin pruebas, puede ser rebatida por una negación sin pruebas. (Euclides de Alejandría)
3/5/07
NOS VEMOS EN EL INFIERNO
Eran las diez de la noche y Benedicto estaba muy cansado. La carga que Dios había colocado sobre su espalda era muy pesada, y él ya era viejo para una tarea tan ardua, pero aún así la llevaba con dignidad y dedicación. Como todas las noches antes de acostarse a dormir, se dirigió a su capilla privada y se arrodilló en el reclinatorio frente a un crucifijo de plata y un busto de bronce con la imagen de su predecesor. La llama eterna de un cirio rojo situado a los pies de la cruz se agitaba inquieta sobre la mecha que la alimentaba como si hubiera en la habitación una corriente de aire. Pero la cámara estaba herméticamente cerrada y sólo la respiración agitada del anciano removía la espesa atmósfera de la capilla.
Benedicto una vez arrodillado cruzó las manos y cerrando los ojos empezó a orar. Su primera oración fue un padrenuestro y seguidamente pasó a saludar a su predecesor y a darle las gracias por ayudarle en sus tareas diarias. Entonces en el interior de su alma escuchó las palabras del Padre Santo, que como todas las noches desde que pasó a ocupar un lugar en la derecha de Dios Padre, le saludaba:
- Buenas noches hijo mío, alabado sea Dios.
- Buenas noches Padre, sea por siempre alabado –contestó sumiso Benedicto.
-¡Qué has hecho insensato! –le espetó así, sin más preámbulos, el Santo Padre.
Benedicto se quedó helado, jamás en sus más de treinta años de amistad y colaboración le había reprendido de una forma tan directa. En los últimos años de vida de su predecesor, Benedicto había sido algo más que un leal servidor; se había encargado de organizar la agenda del Santo Padre, había tenido que torear con los escándalos que surgían como hongos por todas las partes del orbe católico para que el sucesor de Pedro no se viera salpicado por ninguno de ellos… Pero también había dedicado mucho esfuerzo y dedicación a tejer una red que le garantizara la sucesión el día que Dios Todopoderoso llamara a filas a Su Santidad para que le ayudara a gobernar mejor a su rebaño ¿Le habría puesto al corriente el Gran Hacedor de las artimañas que había utilizado para alcanzar el trono de San Pedro? Pero gracias a su habilidad y mano izquierda ¿no había tenido Juan Pablo II el reinado de Dios en la tierra más fructífero de la historia? ¿No era él el que saltándose el derecho canónico y las leyes de la Santa Madre Iglesia Católica Apostólica y Romana, de la cual ahora era el máximo dirigente, estaba promocionando la subida a los altares en un tiempo récord de Su Santidad Juan Pablo II? Entonces ¿a qué venía este exabrupto?
-Perdone Su Santidad, pero… no entiendo.
-Cómo que no entiendes. Vamos a ver ¿no dije yo que el cielo y el infierno no existían, que no eran un lugar al que se podía ir, sino que eran un estado del alma? –dijo excitado Wojtiwa.
-Sí así es, así lo determinó Su Excelentísima –repuso confuso Ratzinguer.
-¿Entonces? –replicó Juan Pablo.
-Mi Santo Padre perdóneme, pero sigo sin entender –Benedicto se removía incómodo en el reclinatorio, sus manos estaban sudadas y su cabeza buscaba con desesperación el motivo que hubiera disgustado tanto a su Maestro.
-No entiendo, no entiendo; –las palabras que llegaban de ultratumba retumbaban en su alma con un eco que amenazaba con prolongarse hasta la eternidad- yo te lo explicaré ¿no has dicho hoy ante una multitud que abarrotaba la Plaza de San Pedro que el Infierno SÍ que existe?
-Sí claro, así ha sido –con que era eso, menos mal, ya estaba yo pensando en otras cosas más… se tranquilizó Benedicto- La explicación es sencilla: he dicho que el Infierno existe para dar a entender que debe de haber un castigo material para todos aquellos que incumplen la Ley de Dios en contraposición a los que son temerosos y respetan los preceptos divinos.
-¡Pues la has cagado, imbécil! –dijo exasperado Juan Pablo II.
-¿Cómo? –la desesperación y la angustia se estaban apoderando del alma santa del Papa Benedicto XVI.
-Al crear el Infierno que yo había abolido… ¡Me has encerrado en él! ¡Te esperaréeee…!
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8 comentarios:
JEJEJEJE ahh pues no yo quiero estar en el mismo lugar que ellos, me tendré que ir al cielo.
Besoss
Jajajajaja no me imagino al papa juan pablo, en el cielo esté, diciendo la has cagado imbécil.... jajajajajajjaja
Devolviendo visitas...
Mola tu blog, lo miraré con frecuencia.
Yo creo que en el infierno se lo debe de pasar uno más divertido, no?
Además soy friolero, asi que me tira más el calorcito...
Saludos
Creo que yo prefiero el cielo. ^_^
Muy buena la historia. Gracias por pasarte por mi blog, que sepas que te he fichado, así que me verás más a menudo. o_-
Besotesssssssssssss
Llevo un rato dándole vueltas a la historia y a parte del benedicto y sus secuaces, creo que el cielo o el infierno lo llevamos cada uno con nosotros. No sé, a mi me parece.
Un abrazo Corpi
Jaja, que bueno...de ahora en adelante prometo comportarme mejor ahora que sé que existe el infierno jeje.
Un saludo. Mar
Jaaajaaa!! Muy bueno, pero muy bueno. Genial ;)
Allí se encontrarán.
Saludos.
Para mi el infierno es como una especie de fiesta rave en la que todo el mundo quiere irse a casa pero no puede...
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