La vida está llena de breves momentos en los que de verdad te das cuenta de que vale la pena estar aquí, y no irte al cielo o al infierno, con lo lejos que están de este bendito planeta, y perderte las pequeñas cosas que de verdad te hacen sentir vivo.
Uno de esos momentos mágicos es el anochecer. Cualquier época del año es buena para, más que ver anochecer, sentir anochecer. Pero a mí la que más me gusta es el invierno, pues es cuando más rápido se produce el proceso de pasar del día a la noche y cuando las sensaciones, por esa rapidez, son más acusadas.
La mejor manera de sentir anochecer se produce en el campo. Si el tiempo está de poniente y hay suerte que hacia el ocaso hay algunas nubes, el espectáculo está asegurado. La nubes pasarán de blanco a gris, no por una simple pérdida de luz, sino que en el tránsito de colores pasará por el rosa, el rojo fuego, el añil y el malva para morir en el gris haciéndose cada vez más oscuro.
En caso de que no tengamos la suerte de que el viento sople del oeste y haya calma, veremos como poco a poco va apareciendo el rocío, comenzando por las zonas más bajas, extendiéndose poco a poco en todas direcciones.
Estas apreciaciones visuales van acompañadas por una serie de sonidos característicos. En primer lugar nos llegará el sonido de los agricultores que tras finalizar la jornada de trabajo regresan a sus casas. Hoy por desgracia casi todos lo hacen con el coche, pero aún quedan algunos abuelos que conservan las “milenarias” mobylettes que con su carraspear característico evocan tiempos que se acaban y que nunca volverán a ser iguales. Lo mismo pasa con los pequeños tractores que con su tableteo son cada vez más escasos en los campos que por desgracia se van abandonando. Y llenándolo todo, y en todas direcciones, se oyen los cantos de los pájaros, especialmente los mirlos, que van marcando territorio entre los naranjos diciéndoles a los demás que no se acerquen al árbol que han elegido para pasar la noche. Y como no, los mochuelos que con sus estridentes cantos hacen callar a todos los demás.Lástima que cada vez la gente viva más en las ciudades, porque ver anochecer en el campo es toda una experiencia vital.
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