15/4/07

UN SUSTO DE SUERTE

Hoy he sufrido uno de los sustos más grandes de mi vida, si no el más grande. Estaba trabajando con mis dos compañeros en la base de una montaña, y debajo de un corte hecho en la misma montaña. Mis dos compañeros estaban separados unos dos metros uno del otro y yo me encontraba a unos cinco metros de uno. Estábamos tan tranquilos, cada uno a lo suyo, cuando oigo unos golpes sordos por arriba, levanto la cabeza y veo espantado que unas enormes piedras se precipitan sobre mis compañeros; me pongo a gritar como un loco pero ya es demasiado tarde: las piedras han caído al suelo, ¡sin rozar siquiera a mis compañeros! Han caído en medio de los dos, dos enormes piedras de más de cien kilos cada una sin rozarles siquiera. Ellos no se habían dado cuenta hasta que las piedras han tocado el suelo. Yo continuaba gritando para que salieran de allí por si acaso caían más piedras, porque ellos no eran conscientes de lo que había pasado, ni siquiera sabían de dónde coño habían caído. Yo sí lo sabía, pues las había visto venir.
Enseguida nos hemos ido cagando hostias hacia arriba a ver de dónde cojones habían caído las piedras. Y hemos llegado a un camino donde había dos camiones y una excavadora que estaban descargando tierra y piedras para hacer una rampa justamente encima de nosotros. Les hemos dicho de todo. ¿Pero cómo se les ocurre descargar piedras sin advertir antes si hay alguien abajo? Al final les hemos dicho que o que paraban la obra o les denunciábamos. Ellos se han acojonado también y han suspendido los trabajos hasta que terminemos nosotros.
Después hemos ido a ver qué había pasado: al descargar un camión una gran piedra ha salido rodando sin que nadie lo advirtiera hacia abajo de la montaña. Justo encima de nosotros hay un viejo camino con poyos para proteger la caída de vehículos. Pues la piedra ha caído en el camino justo al lado de un poyo, lo ha arrancado de cuajo y los dos se han precipitado sobre nosotros, con dos suertes más añadidas: una, que el poyo al caer se ha partido en dos y los trozos han rebotado, pero ninguno de los dos fragmentos ha tomado la dirección de alguno de mis compañeros, si no que se han ido hacia delante; y dos, que el poyo estaba situado encima de un muro de piedra, y ninguna piedra se ha desprendido, porque en el caso de que se hubiese producido un efecto de arrastre de otras piedras más pequeñas, seguro que alguna de esas sí que hubiese caído encima de ellos.
Los nervios no se me han quitado en todo el día, y esta noche veremos si puedo dormir. Esto va a costar de olvidar. Aunque no soy creyente, no puedo dejar de decir que ha sido un milagro que no haya pasado una desgracia.

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