16/4/07

RUIDO

Hoy he oído pasar un avión. Ya ves, cosa rara, dirán ustedes. Pues sí, de lo contrario no escribiría esto.
Yo vivo en un pueblo pequeño rodeado de montañas y huertos, en teoría un lugar tranquilo y apacible. Y así es en teoría, por eso cuando he oído el avión me he quedado alucinado ¡Cuánto tiempo hacía que no oía pasar un avión! Porque verlos sí que los veía pasar, y si los veía y agudizaba el oído, incluso los oía, pero estar distraído y oírlo ha sido algo excepcional. Cuando era pequeño me encantaba mirar pasar los aviones. En aquella época no pasaban tantos como ahora, pero siempre los oía pasar y entonces levantaba la cabeza y me quedaba abstraído siguiendo el recorrido del aparato imaginando de donde venía y hacia donde se dirigía, o fijándome como de los motores salían estelas blancas de vapor que algunas llegaban incluso a convertirse en auténticas nubes. También solían pasar a menudo por los cielos de mi pueblo aviones militares o “a reacción”, como los llamábamos nosotros, que algunas veces nos daban unos sustos de miedo cuando rompían la barrera del sonido. Hoy estaría por afirmar que hace más de 15 años que no oigo a un avión romper la barrera del sonido. Hoy apenas pasan aviones militares y como digo, ya no se oyen pasar los aviones comerciales. Tampoco se escuchan como deberían los cantos de los pájaros. Y esto es debido ni más ni menos que al ruido ambiental que existe: coches, motos, máquinas, tractores, obras, construcciones, músicas a todo volumen… Todo ello hace una amalgama sonora, un “rrrrrruuuuuunnnnnn…” continuo, sordo y profundo que lo envuelve todo y que ya forma parte inseparable del paisaje. A medida que avanza el atardecer y cae la noche, ese ruido va cesando prácticamente hasta desaparecer. De hecho, por la noche, los días de temporal en el mar, se oye un sonido parecido al ambiental pero provocado por las olas que chocan contra las rocas y la playa, y eso que el pueblo estará a unos 13 km. de la costa, lo que demuestra que el ruido provocado por el hombre nos está haciendo perder apreciaciones sonoras mucho más agradables que el de las máquinas.

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